Entiendo que nunca he sido un predicador, ni he pensado en serlo, pero siempre he pensado qué en el AMOR de DIOS, radica nuestra grandeza, somos grandes, ya que gracias a él todo lo podemos, sin él nada somos.
Es cierto que pasan muchas
cosas malas en este mundo y que se hace difícil creer en Dios, cuando tantas
calamidades atacan a personas que no se lo merecen, os podría decir que este no
es el reino de Dios, que él no manda aquí, pero sí creo en él, no puedo decir
eso. Siempre le he visto como a mi padre, ese que está ahí cuando me hace
falta, que me ayuda siempre, que solo mira tu corazón, para saber si el bien
manda en tu vida, en él, que te preocupas por los demás.
Así es el creer en Dios,
crees o no. Nada fácil, pero llena todos tus espacios de manera especial, hace
de ti un ser diferente, colma tu vida de buenas cosas, de buenos momentos, de
alegría, esos momentos en que los sueños se hacen realidad, nos volvemos
mejores e irradiamos felicidad por donde vamos. Los que creemos tenemos días
buenos y malos como todo hijo de vecino, pero pienso que nos damos una
oportunidad más para entender las cosas.
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