La vida muchas veces nos
pone a prueba, se hace difícil ver como personas más jóvenes que uno nos dejan,
abandonan este mundo, bien sea por un cáncer, un accidente, o el motivo que
sea, es muy duro para los padres sobrevivir al amor de su vida, siempre he
pensado que es el dolor más grande. Mi más sincero sentimiento de
acompañamiento en estos momentos tan duros a esos padres que sienten en lo más
profundo de su ser, que el fruto de su amor les ha abandonado. Ninguna palabra
que se diga aquí, quedará bien.
Decir dos cosas:
Primero que en la vida
debemos intentar dejar huella, fruto, semilla de que pasamos por este mundo,
que dejemos en el corazón de personas el grano de la esperanza, de que alguna
cosa hicimos bien, momentos de gran alegría, momentos de gran sintonía con el
universo. Reconozco que, en este planeta, ha habido muchas buenas y grandes personas que dejaron huella de su paso por este mundo, que sirven de camino a nuevas
generaciones, que nos permiten evolucionar y ver las cosas de otra manera.
Segundo, nos enseñan a tomar
obligaciones, con la sociedad, con la pareja, con la familia, con el trabajo,
con los amigos, todo ello esta genial, pero ninguna persona debería intentar
vivir la vida de otra persona, entiendo que el éxito de los hijos sea un buen
granero para uno, pero lo más importante es vivir, intentar vivir una vida con
la mayor plenitud posible, sin hacer daño a nadie, sembrando ideas buenas,
sentimientos buenos, sembrando esperanza para un futuro mejor para todos.
Por eso debemos tomar
conciencia que conseguir un mundo mejor es una obligación de todos, mía también.
Mis mejores deseos para
todos esos padres que pierden algún hijo y mi mayor respeto, solo se puede orar
para pedir a Dios que llene de amor su vida y que les haga leve su dolor.
La muerte lo que nos enseña,
es lo poco que podemos o somos cuando esta llega.
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