Estos días me pregunto si
tengo suerte. Considero que la vida me ha tratado muy bien, pero si algo he
aprendido de ella, es que tener suerte en cualquier tema, la mayoría de veces
tiene que ver con el trabajo que dedicamos a ese tema.
Es incuestionable, el refrán:
“Dios ayuda a quién se ayuda a sí mismo”
Sabías palabras, esconden
mucho más de lo que dicen, imagina que tú pones todo lo que puedes en aquello
que deseas, solo con un soplo del amor de Dios, conseguirás lo que quieras.
Esto me lleva a pensar que
no solo es bueno que nos ayudemos los unos a los otros, sino que debemos aprender
a compartir, a tender la mano al necesitado, a mejorar en todos los aspectos de
la vida y sobre todo a no olvidar nunca que la distancia entre la vida y la muerte,
puede ser una simple brisa de aire.
Cambiemos las reglas, cambiemos
todo aquello que no nos gusta, hagamos de lo imposible, algo realizable. Hagamos
que recuerden que estuvimos aquí, para que después de nosotros, digan todo
mejoro. Es trabajo de todos.
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